martes, 26 de enero de 2010

La sierra maestra

César Hildebrandt Columnista
En el hospital Alberto Sabogal, que seguramente García habrá de “inaugurar próximamente” para las cámaras de sus canales favoritos (o sea todos), se equivocan de día, de páncreas, de morgue, de anestesista, de retina, de cáncer y duodeno, se equivocan de pierna y de paciente.Con el señor Jorge Vi-llanueva Morales -86 años, diabético, con la pierna derecha ulcerada de modo irremediable- metieron la pata especialmente los médicos del Sabogal.Como denunció su hija Carmen, el hombre entró a la sala de operaciones para que le amputaran la pierna enferma (es decir, la derecha). Al salir de la sala, sin embargo, la que le faltaba a don Jorge era la pierna izquierda, la sana, la pierna inamputable, el miembro inimputable, la pierna que le garantizaría una cojera estrepitosa y un andar de lado y con muletas pero andar al fin, con un pie sobre la tierra, algo es algo, y el otro pie hecho muñón melancólico y picante.Cuando su hija lo recibió en la sala de pobres donde esperan los pobres a los pobres que se tienen que operar en el Sabogal, a las diez de la noche de ese día de serrucho erróneo, lo primero que hizo fue levantarle la colcha vieja que lo cubría.Aterrada, acudió al médico de guardia. El médico de guardia le dijo que él no había intervenido en la operación y que al día siguiente pidiera explicaciones.No le dieron ninguna. Porque en el Sabogal –que Kouri y García van ahora a remodelar seguramente a un alto costo- las explicaciones sobran. Sobran tanto o más que las piernas serradas por error.Lo que sucedió entonces fue que la infección de la pierna avanzó. Y cuando ya había avanzado lo suficiente como para temerse una gangrena, una septicemia, una muerte más en el rosario de equivocaciones y cadáveres que es el Sabogal, entonces los médicos tomaron la decisión de cercenarle la pierna que debieron cortar el día en que cortaron, desde el muslo, la pierna sana.De modo que don Jorge Villanueva Morales no sólo tiene 86 años, no sólo tiene diabetes, no sólo es pobre hasta el punto de depender del Sabogal: ahora tiene el diseño aligerado con dos piernas menos.¿Medicina preventiva? Esos médicos, salidos de una academia de batas y armas blancas, ¿le cortaron la pierna sana para que no se le enfermara? ¿Les asqueaba la idea de que ese anciano diabético llegara a los pocos meses con una úlcera de necesidad quirúrgica en la pierna izquierda? ¿Es la oferta 2x1 del Sabogal?Ironías aparte, así está la asistencia de salud en los hospitales públicos. Es decir, así sigue. Porque ser pobre en el Perú es estar condenado a que te atiendan –hay heroicas excepciones, por supuesto- médicos de mala paga y mala muerte, canallas que parecen disfrutar de su desgano, hijos de la mala praxis que amontonan a los dolientes en emergencia mientras conversan entre ellos o se rifan a la próxima enfermera.Mil veces hemos hablado de esto. Mil veces lo hemos grabado, fotografiado, difundido, reportado y documentado. Y nada pasa. Y no pasa nada. Y pasan los ministros como sombras.Mientras tanto, la corrupción avanza con cara de compra, con perfil hindú de laboratorio favorecido por García, con cara de Digemid convertida en agente de los laboratorios transnacionales. Y mientras Chile tiene 42% y Colombia 48% de medicamentos genéricos en sus mercados, el Perú tiene 3%. Porque de lo que se trata, en el Perú, es de que la industria farmacéutica sin bandera y sin alma prevalezca. Allí está el negocio. Allí están las comisiones. Cuando Vallejo preguntaba al ministro de Salud qué hacer, no estaba haciendo poesía: recogía las voces desairadas.

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