lunes, 8 de junio de 2009

Contaminación y frío afectan la Salud en la Región de Puno

Desde mediados de mayo, la neblina se ha adueñado de la carretera que une las provincias de Azángaro con San Antonio de Putina, a unos 150 kilómetros de Juliaca, la capital económica de Puno. Para el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), este es un comportamiento anormal del clima en esta región. “Esto incrementa la sensación de frío en las zonas altas, a pesar de que las temperaturas que se registren no sean tan bajas como el año pasado”, indica Máximo Vera, director de la institución en Puno.
A 5.000 metros sobre el nivel del mar, sin grandes equipos de medición de temperatura y con solo un par de chompas que lo abrigan, Mario Quispe, ganadero de 40 años, sabe bien que el frío ya llegó con fuerza. En teoría, su hogar y sus pastizales se encuentran en la jurisdicción del distrito de Ananea, en San Antonio de Putina. Pero Mario sabe que en realidad vive en medio de la nada, donde ninguna autoridad llega ni siquiera a pedirle su voto electoral.
A pesar de las carencias, Mario sabe que su situación no es la peor. A pesar de que el año pasado murió todo su ganado ovino (60 cabezas) por las heladas y que este año ha debido ahorrar de donde no tiene para comprar vacunas que no maten a su ganado camélido, sabe que a 30 kilómetros al este no se puede ni respirar. Sin embargo, tiene que viajar todos los días en su bicicleta por tres horas para poder trabajar y mantener a su familia. El lugar se llama La Rinconada y está a 5.600 m.s.n.m. Allí más del 50% de sus 30 mil pobladores se dedica a la minería informal.
CAOS BAJO EL NEVADO
El frío que en esta temporada desciende hasta los 15 grados bajo cero es solo uno de los factores a los que está expuesta la población flotante de este lugar. Flotante porque la mayoría de ellos solo está de paso, llega por las mañanas a horadar el imponente nevado de Ananea, que rodea esta localidad, y se retira cinco horas después, si es con éxito, con algunos gramos de oro que valen S/.80 cada uno. Basilia Pariapaza es una de las trabajadoras mineras que van a esta zona por el día. Ella vive en la provincia de Azángaro y desde hace 10 años realiza esta labor. Lo que no puede soportar, a pesar de tanto tiempo de trabajo en el área, es el hedor de la basura acumulada por al menos 15 años. Sin embargo realiza el llamado pallaqueo (selección del oro) sin protección alguna. En efecto, el primer sentido que se alerta al llegar a La Rinconada es el del olfato. La visión es el segundo, ya que montículos de basura orgánica e inorgánica se confunden con los nevados blancos que van perdiendo con los años su nieve perpetua. La nieve que cae se enreda con las moscas que acechan cada rincón de este centro poblado. La única posta de salud de esta zona tampoco se salva.
Nelson Gadea Vargas, jefe de este puesto, reclama que detrás del centro de salud hay un cementerio, y en medio de ambos se sigue arrojando basura. “El alcalde Sabino Gonzales nos ha asegurado que ha conseguido un terreno para realizar un relleno sanitario”, refiere.
Además de las infecciones respiratorias agudas, el segundo problema de salud más grave es la enfermedad diarreica aguda. El mercurio que ya se ha amalgamado en el agua que consume esta población, carente de servicios de agua potable y desagüe, es otro responsable de estas infecciones. Sabino Gonzales, alcalde de La Rinconada, solo repite mecánicamente que necesitan abrigo y alimento y que ni el gobierno local ni el regional han podido escuchar sus reclamos. “Aquí no tenemos ni un comité de Defensa Civil para que pueda auxiliar la emergencia ante la temporada de frío”, señala. Hace ocho meses tuvieron un incendio en el que 120 familias lo perdieron todo, y les prometieron la presencia de una brigada del Instituto de Defensa Civil. Hasta ahora continúan esperando, como la dotación de personal médico que espera el doctor Gadea.
Fuente : El Comercio del 08.06.09

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