El Gobierno ha asumido el importante y ambicioso reto de lanzar el Aseguramiento Universal en Salud, que busca dar cobertura a millones de peruanos de los sectores menos favorecidos.
El programa, que se iniciará como experiencia piloto en Lima y Callao, demandará un presupuesto adicional de 78 millones de soles para subsidiar la atención de aproximadamente 380 mil personas en estado de pobreza. En vista de la alta demanda, el presupuesto deberá ser incrementado a por lo menos el doble para el próximo año.
El objetivo es ciertamente loable y se ajusta a los principios de bienestar y solidaridad que deben motivar la acción del Estado y del Gobierno, como sucede en otros países. Hay que recordar aquí el largo y áspero debate parlamentario y público que caracterizó la aprobación de la reforma de salud en Estados Unidos, propuesta por el presidente Barack Obama, que fue calificada como un logro fundamental.
Sin embargo, nuestra realidad contiene aspectos peculiares que deben ser considerados a la hora de ejecutar y perfeccionar el nuevo sistema de salud.
Ante todo es evidente que, a diferencia del primer mundo, la asignación presupuestal al sector salud tiene serias limitaciones, sobre todo a la hora de debatirla tanto en el Consejo de Ministros como en el Parlamento.
Luego, habría que considerar que la capacidad operativa de los establecimientos de salud en todo el país ha sido largamente saturada, por lo que debe ser ampliada tanto en número de establecimientos, cuanto en equipamiento, logística y personal especializado.
Con la misma preocupación, tiene que revisarse el sistema de coordinación y la sinergia entre los centros de atención para atender a un universo cada vez más creciente y disperso. Igualmente, habría que evaluar cómo se abordará la cobertura de emergencias, enfermedades preexistentes, hospitalizaciones y coberturas que exigen alta especialización.
También se ha informado que los trabajadores independientes o eventuales podrán acceder al seguro de salud, lo que es positivo. Pero queda por aclarar, a través de una campaña masiva, el modo como podrán hacerlo, los costos y limitaciones, así como, no menos importante, la integración al nuevo sistema del sector privado y de Essalud.
La experiencia del SIS (Seguro Integral de Salud), lanzada previamente por el Gobierno, debe ser aprovechada, pues se sabe que continúa pendiente la entrega de algunas partidas a los gobiernos regionales de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, a los se involucró en el sistema.
En cualquier caso, se espera un afiatamiento gradual del sistema de Aseguramiento Universal en Salud, para satisfacer las enormes y angustiosas necesidades de salud de la mayoría de peruanos, que demandan un enfoque social, técnico y moderno.
El programa, que se iniciará como experiencia piloto en Lima y Callao, demandará un presupuesto adicional de 78 millones de soles para subsidiar la atención de aproximadamente 380 mil personas en estado de pobreza. En vista de la alta demanda, el presupuesto deberá ser incrementado a por lo menos el doble para el próximo año.
El objetivo es ciertamente loable y se ajusta a los principios de bienestar y solidaridad que deben motivar la acción del Estado y del Gobierno, como sucede en otros países. Hay que recordar aquí el largo y áspero debate parlamentario y público que caracterizó la aprobación de la reforma de salud en Estados Unidos, propuesta por el presidente Barack Obama, que fue calificada como un logro fundamental.
Sin embargo, nuestra realidad contiene aspectos peculiares que deben ser considerados a la hora de ejecutar y perfeccionar el nuevo sistema de salud.
Ante todo es evidente que, a diferencia del primer mundo, la asignación presupuestal al sector salud tiene serias limitaciones, sobre todo a la hora de debatirla tanto en el Consejo de Ministros como en el Parlamento.
Luego, habría que considerar que la capacidad operativa de los establecimientos de salud en todo el país ha sido largamente saturada, por lo que debe ser ampliada tanto en número de establecimientos, cuanto en equipamiento, logística y personal especializado.
Con la misma preocupación, tiene que revisarse el sistema de coordinación y la sinergia entre los centros de atención para atender a un universo cada vez más creciente y disperso. Igualmente, habría que evaluar cómo se abordará la cobertura de emergencias, enfermedades preexistentes, hospitalizaciones y coberturas que exigen alta especialización.
También se ha informado que los trabajadores independientes o eventuales podrán acceder al seguro de salud, lo que es positivo. Pero queda por aclarar, a través de una campaña masiva, el modo como podrán hacerlo, los costos y limitaciones, así como, no menos importante, la integración al nuevo sistema del sector privado y de Essalud.
La experiencia del SIS (Seguro Integral de Salud), lanzada previamente por el Gobierno, debe ser aprovechada, pues se sabe que continúa pendiente la entrega de algunas partidas a los gobiernos regionales de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, a los se involucró en el sistema.
En cualquier caso, se espera un afiatamiento gradual del sistema de Aseguramiento Universal en Salud, para satisfacer las enormes y angustiosas necesidades de salud de la mayoría de peruanos, que demandan un enfoque social, técnico y moderno.
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