martes, 27 de octubre de 2009

El sexo del tribunal

Por: Mariella Balbi
Suponíamos que el Tribunal Constitucional era como los ángeles, no tenía sexo, era imparcial. La institución es relativamente joven, se creó bajo el fujimorismo, fue objeto de una ofensiva poderosa y penosa para traérselo abajo. El gobierno de Fujimori lo logró, “disolvió” el TC y hubo persecución política contra algunos de sus miembros. Luego, en regímenes democráticos, se supo que en el TC había favoritismo afectivo para ciertos contratos laborales. Hoy es cuestionado, entre otros, por el secretario general del Partido Aprista, Mauricio Mulder, quien considera innecesaria su existencia. Basta con la Corte Suprema, dice. Se piensa además que como el Parlamento elige a los miembros del TC los partidos políticos que los respaldaron tienen cierta representación en esta institución. Digamos que el TC no las tiene todas consigo en las altas esferas de la política.
Con el absurdo fallo sobre la píldora del día siguiente el TC ha perdido el respeto ciudadano. Muchos ni conocen su existencia y para quienes saben de ella condenan que haya prohibido que el Ministerio de Salud reparta de manera gratuita la atacada pastilla. Está penalizando a las mujeres pobres, que no tienen plata para comprar este medicamento. El TC, lego en leyes, ignorante en medicina y políticas públicas lleva a la práctica un prejuicio o respalda a un grupo contrario a la píldora del día siguiente. Definitivamente, Dios es peruano, tenemos a un grupo de juristas que son doctos en todo y ante la duda —solo de ellos, no de la ciencia— exigen que el Estado se les cuadre. Dios del alma, las mujeres de Perú, sus decisiones, sus deseos están en manos de un grupo de notables que las excluye de un derecho.
Sumido en el paroxismo, un miembro del TC ha dicho que quienes están a favor de la píldora de marras respaldan el aborto, nada más maniqueo. ¿Con qué derecho el TC puede definir la política de planificación de un gobierno? ¿Cómo así se arrogó esa prerrogativa? El mal está hecho, pero el Gobierno tiene que proteger a sus ciudadanas. La versión moderna del ojo por ojo tranquilamente puede ser: a leguleyada, leguleyada y media. Entonces proponemos, en nombre de las damas peruanas y de su aparato reproductor, que como el fallo absurdo del TC prohíbe la distribución gratuita de la píldora, esta se venda a diez céntimos en los puestos de salud y que se divulguen sus bondades de manera masiva para que nos beneficiemos de los avances de la ciencia. El precio también podría ser un céntimo, lo que vale el fallo del Tribunal Constitucional.

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